ElcirculodeViena

ElcirculodeViena

Freitag, 13. Januar 2012

Del sentido



Gonzalo Rojas (Chile 1917)



Muslo lo que toco, muslo
y pétalo de mujer el día, muslo
lo blanco de lo traslúcido, U
y mas U, y mas y más U lo último
debajo de lo último, labio
el muslo en su latido
nupcial, y ojo
el muslo de verlo todo, y Hado,
sobre todo Hado de nacer, piedra
de no morir, muslo:
leopardo tembloroso.



Antigua luz


Enrique Fierro ((Uruguay)



Presumida elegante libertina
antigua luz que sube graderías
peldaños
y miríadas de mirlos
que todos miran más allá del día
sin doctrina ni sombra ni demonio
donde cantan altivas serenatas
que escriben las derrotas del que nada
y los ríos de sangre del que nace


Onettiana


Ida Vitale



Fárrago guerra
ráfaga tránsfuga suerte
toda la vida una única
árida playa vacía
en la que no rompe
la buscada
la mágica ola.


Rio


Armando Rodríguez (Colombia)



Languideces
Vejado en tu longitud
Por la soberbia de los hombres
Tarde habremos de llegar
Hechos brasas de sed
A buscar alivio
En tus largos kilómetros de olvido.




En otro cuerpo


Juan Calzadilla (Venezuela)


Mi cuerpo es el lugar donde momentáneamente
he encontrado asilo. Lo que más temo en este nuevo
estado es que pueda ser víctima de una orden de
desocupación y que entonces no tenga yo
otro cuerpo a donde ir.

A que me asignen cupo en un galpón del cielo.


El sexo de la sonámbula


Margarito Cuellar





Llueve en cuaresma

la lluvia hace evidente el sexo de la sonámbula.

Novia del flautista de Hamelin -sonámbula de mi ciudad-

sapos insomnes ven pasar en silencio tu entrepierna dormida.

Se oye el rumor del caracol

en el sexo marítimo de la sonámbula.



Conferencia sin título


Luís Eduardo Aute (España)



No sabría decirte nada,

no sabría o sí

sabría

decirte: nada.



Oda al crepúsculo


Ledo Ivo (Brasil 1924)





Súbitamente soy una catedral

y crezco extraordinariamente, sin perder la arquitectura

que hechiza el caer de la tarde y va a atrapar el azul.



Mirar


Rafael Cadenas (Venezuela, 1930)


Veo otra ruta, la ruta del instante, la ruta de la atención, despierta, incisiva, ¡sagitaria! Pico de víscera, diamante extremo, halcón, ruta relámpago, ruta de mil ojos, ruta de magnificencia, ruta de línea que va al sol, reflejo del rayo vigilancia, del rayo ahora, del rayo esto, ruta real con su legión de frutos vivos cuyo remate es ese lugar en todas partes y ninguna.



En el mundo interpretado I


Álvaro Rodríguez (Colombia, 1948)


Cuerpo cierto y sombra equivocada,
la luz es también la soledad del ojo
y lo contemplado.
Mas ¿hasta cuándo?
Hasta que la lluvia descienda a la nube
y la luna abandone su órbita legendaria.



Árboles


Marco Antonio Campos (México, 1919)


Somos sombras de tiempo y al pensar en nosotros y los
otros -ayer, hoy - somos sombras en movimiento.



El pasado es un montón o amontonamiento de escasas
imágenes que, interrogadas, apenas explican una vida.



La juventud, en sus mejores momentos, es como aire
fresco que se respira y se toca en un bosque después de
la tormenta.



Invisible


Armando Rodríguez Ballesteros (Colombia, 1956)



Una vez por semana dice que en esa casa
se hará únicamente su voluntad
Dos veces cada semana zahiere a la silente
que pese a todo permanece con él



Tres veces despide con furia a alguno de sus hijos
Cuatro siente nostalgia
Cinco exige que le lleven la comida a la cama
Seis dice que es una porquería y que allí
alguien trata de envenenarlo



Siete veces por semana regresa de misa
Ocho se mira en el espejo y augura larga vida
 su corpulencia
Nueve declama que si las órdenes no se cumplen
la milicia se acaba



Diez veces sale de paseo
Entonces se le pierde la pista
Porque fuera de su casa
Nadie lo mira nadie lo conoce nadie lo saluda
Invisible se refunde entre la turbamulta
Seguramente triste
Como corresponde a la medida de su insignificancia.



Fracción Sexta


IDA VITALE (Uruguay, 1924)


Bajo nubes ahumadas, sin convicción,
al sesgo, cae la lluvia.
Hay flores amarillas y espejos de agua grises
y pinos, pinos, pinos y rebaños.
Los eucaliptos, los de flores rojas,
asentados, miran la verde irreductible tierra.
Todo se sabe a salvo en su propio color
y espera que por los aires suba
el papalote de la primavera.
A nada de esto inquieta si la poesía dura.
¿Se nutrirá ella del silencio del mundo?



El Portón


LEDO IVO (Brasil, 1924)


Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres

El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.



Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.



Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.



Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.



Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.



Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.


En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.



En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.



La herida


Margarito Cuellar (México, 1956)




Florece, ríe si se infecta.

Hay hendiduras que tardan en sanar lo que la tierra en dar vueltas.
La grieta se abre, en su interior hay otras que inauguran la luz.
La herida porta el gafete del dolor.
La felicidad sangra a gotas de mañana y ríos de hoy.
Ya los vi, gusanos de seda, cilindros del Sábado de Gloria como un alegro sin fin.



Ya te oí, basurita, patria mía, disparar al que se mueva.
Los héroes pierden forma y se disputan nuevas plazas.
Historia, burdel de idólatras.


Tempranía


Jaime Quezada (Chile, 1942)



Yo era un niño sentado en una sillita de paja
en medio del jardín
Se reían de mi baba
Me tiraban piedras y manzanas
Devolvía yo las piedras
Y me comía las manzanas


Después fui un muchacho lleno de sueños
proféticos
Ahora me siento diariamente a la cabecera de la mesa
En una silla eléctrica
Pidiendo a gritos que me tiren
piedras y manzanas.



Mis Hermanos Se Fueron Poco A Poco


Marco Antonio Campos (México, 1919)

 Mis hermanos se fueron poco a poco:
se llevaron la casa, la mujer, la calle al hombro,
el oro más soñado y no la infancia.



¿Qué hacía yo, en tanto, qué diablos dió mi pluma?
Me puse a dibujar en los cuadernos
las mujeres más bellas de la tierra
que sólo lloraban en mis versos.




Mi vida fue en las letras, no en la vida.
Desconfié del amor, de la amistad, de la experiencia;
viví ciego entre idiotas e inocentes.



Mi sueño fue pasto de los perros,
mi ternura una llama como llaga
A falta de la vida la he inventado;
a falta de un padre he sido el hijo;
a falta del hijo soy la ruina.










Líneas


José Ángel Leyva (México, 1958)



Entre dos puntos la línea divide un infinito
los límites de un cuerpo
de un volumen
el comienzo de la imagen



El pincel con fibras asombrosas
se desliza entre espectros de manos dibujantes
Durero Leonardo Doré Shitao Klee



Alambres nerviosos del silencio
Caligrafías de los sentidos y del sueño
Un lápiz desmadeja las formas informales
el presente amorfo de recuerdos del futuro
las rayas de la palma y de los dedos
en cuevas muros y peñascos




En las manos que escriben va la suerte
del grafito con su punta desgastada
Resistencias cuerdas filamentos espirales
encendidas por Ariadna en las cavernas
en la mirada medio humana de la bestia al descender a la rúbrica y al trazo
la línea es frontera y es principio
de quien escribe y dibuja sus fantasmas



Asunción Del Olvido


Antonio Porpetta (España, 1936)



Se cumplirán los ritos:
la memoria
ejercerá su oficio dignamente
derramando su lluvia de crepúsculos
en los labios insomnes.



Primero será un fuego,
un crepitar de vidrios luminosos,
un huracán de espuma
sediento y fugitivo.




Pero las viejas guzlas
sonarán dulcemente entre las llamas,
irán adormeciéndolas, velando
su dolido clamor.



Después serán las brasas,
el cansancio tenaz de unos reflejos
cada vez más lejanos,
cada vez más heridos
por una lenta niebla:
las palabras,
las huellas y los gestos
comenzarán su exilio hacia regiones
que jamás conocieron.
Implacable
se extenderá una sombra duradera.



Y luego, la ceniza,
con su quietud de estatua derruida,
testimonio de todos los inviernos,
brújula del silencio,
resumiendo la nada.



Nosotros,
desde playas remotas,
podremos contemplar cómo la hiedra
recubre nuestros nombres, cómo el frío
invade nuestro imperio.



No habitará el rencor en nuestros ojos
ni la nostalgia antigua
nos rozará las sienes.



Impasibles
veremos germinar aquella ausencia,
aquella oscuridad, aquel callado
y largo desamor...



Mas seguirán unidas nuestras manos,
a pesar del olvido.










Poema de amor


Pablo Armando Fernández (Cuba, 1930)



En voz baja decir, amor, tu nombre,
o a ti, a tus oídos, a tu boca.
Y ser ese animal
feliz que junta sus mitades.



En voz baja o sin ella, muda
la boca revertida a su unidad:
silencio inaugural que a verbo y carne
otorga nueva vida.




Los ojos, ciegos, de regreso al todo:
luz revelando mundos
como fueron o son, como serán.
Vueltos a ser alegría del otro,
uno consigo mismo en compañía.



Una vida otra: la tuya; tan amada.
Volver a ser origen sin tristeza
o dolor, sin miedo, sin nostalgia, o con ellos:
tú y yo, nuestros recuerdos y cenizas.



Equidad


Oswaldo Sauma (Costa Rica, 1949)



Que nadie se vaya impune de esta fiesta
ni escape nadie por la puerta trasera
como si no fuese artífice de su negligencia
que no olvide la cuota de horror que se merece
ni diga
no sabía/ yo pensaba/ tengo el alma noble
que nadie huya
de esta fiesta de los taladros
con licencia de ángel obeso
que prohíban la venta de bulas papales
que nadie abandone el barco
como las ratas
ni cabe túneles
como los topos
que no se salve nadie si no nos salvamos todos






En Otro Cuerpo


Juan Calzadilla (Venezuela, 1931)



Mi cuerpo es el lugar donde momentáneamente
he encontrado asilo. Lo que más temo en este nuevo
estado es que pueda ser víctima de una orden de
desocupación y que entonces no tenga yo
otro cuerpo a donde ir.
A menos que me asignen cupo en un galpón del cielo.


Para alguien que aún no regresa en el tiempo


Álvaro Rodríguez (Colombia, 1948)



Tu amistad como un amor no menos lúcido,
una marea que desobedeciera a la luna;
días de aguas altas hasta cubrir las rocas,
y luego -enfática- la resaca.



Pero la sangre sabe,
ninguna levedad impugna su destreza;
de lo vivido en aquellos días
quedan en verdad algunos momentos,
ya la invulnerable a la mala memoria
ya las pretensiones del tiempo.



Publicación


eltiempo.com


Sección


Lecturas fin de semana


Fecha de publicación


22 de abril de 2010


Autor

Keine Kommentare:

Kommentar veröffentlichen