OSCAR CERUTO (1912 – 1981)
LOS DIOSES ORIUNDOS
1
n los principios del mundo os veo,
oh dioses de los páramos y de las cordilleras,
dioses que alimentaron
el pavor, las vigilias de mis antepasados,
reinando desde la hosca montaña sin auroras,
el ceño cruzado de centellas,
la mano sobre el trueno.
Vuestras miradas encienden
las primeras amapolas,
corrompen las ofrendas,
envejecen la piedra de los templos.
la sienten sobre el lomo
con un agravio
las bestias y atraviesan sus aullidos
la infamada floresta.
Abajo está cuajado
de vuestra eternidad el yermo.
El cóndor en sus torres de nubes y glaciales
o el insular sarmiento de la puna
custodios son de vuestros misterios.
(Llama de hielo apenas
en el lunar erial, y cegadora
llama del ave sideral en la pupila armada.)
Todo conviene en alabanza vuestra:
El árbol y su altura, los proverbios del fuego,
La certidumbre mineral de la roca,
Los idiomas, el viento, algunos llantos.
¡Todo canta!
2
Y de pronto, ¿qué nubes
que no hinchó vuestro aliento
plantan su pie a la orilla
de vuestro imperio?
¿Por qué resuena forastera la tierra
y destila humores
el canto del lagarto?
¿Por qué los ríos bajan bramando
Y el ábrego cercena litorales?
¿Por qué el llano empapado de sudor
Amanece, la lanza hundida en un costado?
¡Ah vulnerable oráculo!
No la arena, los hombres
arremolina el viento, los convoca el delirio
de la tierra partida por un grito.
En las tinajas se agría la luz del día
con el vino del maíz. Y arriba
detenida en su que ascienden como la lluvia.
3
Arañas de sangre, las manos
Las armas empuñan y su ira.
La voz de helado esparto,
Granizo la alegría.
4
Pero la muerte cae, cae
sobre los pueblos
como rota de rencores.
Oh ved cómo bajan espadas
del cielo.
Oíd aullar el hacha.
Mirad los estandartes de pólvora
su follaje extendiendo.
Relámpagos del mar acuchillan las costas
y las naves
en la arena vomitan
sus aguas de codicia.
Oíd, aún se oye, el infinito
galope de los cascos,
la devota cruzada de exterminio,
la siega de los tallos gentilicios.
Y luego sólo escombros,
polvo, duelos.
Ah cáncer del corazón, copa de sueños,
¿a qué rostro arroja vuestras rotas blasfemias?
5
¡Montañas, cordilleras,
territorio entrañable, soplad, soplad silencio!
Caída raza de réprobos,
más abajo caída, mordiendo sangre y hierro.
Como vosotros gangrenada por la soledad,
dioses de la tierra.
Sola en su vilipendio y sus discordias,
deshabitada.
6
¡Que mudos estáis, dioses!
en los tronos ulcerados por la luna,
un nimbo de pluma en las cabezas,
mientras caen las lágrimas
de vuestros ojos oxidaos.
¡Qué frío de altas cumbres
os ladra, qué diente, qué estalactita
se hincha por el légamo del tiempo!
7
Y el aire fino y muerto y abrogada
la altura de la dicha por el légamo del tiempo.

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