ElcirculodeViena

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Sonntag, 28. Oktober 2012

OSCAR CERUTO (1912 – 1981)

OSCAR CERUTO (1912 – 1981)

LOS DIOSES ORIUNDOS




1



n los principios del mundo os veo,

oh dioses de los páramos y de las cordilleras,

dioses que alimentaron

el pavor, las vigilias de mis antepasados,

reinando desde la hosca montaña sin auroras,

el ceño cruzado de centellas,

la mano sobre el trueno.



Vuestras miradas encienden

las primeras amapolas,

corrompen las ofrendas,

envejecen la piedra de los templos.

la sienten sobre el lomo

con un agravio

las bestias y atraviesan sus aullidos

la infamada floresta.



Abajo está cuajado

de vuestra eternidad el yermo.

El cóndor en sus torres de nubes y glaciales

o el insular sarmiento de la puna

custodios son de vuestros misterios.

(Llama de hielo apenas

en el lunar erial, y cegadora

llama del ave sideral en la pupila armada.)

Todo conviene en alabanza vuestra:

El árbol y su altura, los proverbios del fuego,

La certidumbre mineral de la roca,

Los idiomas, el viento, algunos llantos.

¡Todo canta!

2


Y de pronto, ¿qué nubes

que no hinchó vuestro aliento

plantan su pie a la orilla

de vuestro imperio?

¿Por qué resuena forastera la tierra

y destila humores

el canto del lagarto?

¿Por qué los ríos bajan bramando

Y el ábrego cercena litorales?

¿Por qué el llano empapado de sudor

Amanece, la lanza hundida en un costado?

¡Ah vulnerable oráculo!

No la arena, los hombres

arremolina el viento, los convoca el delirio

de la tierra partida por un grito.

En las tinajas se agría la luz del día

con el vino del maíz. Y arriba

detenida en su que ascienden como la lluvia.


3


Arañas de sangre, las manos
Las armas empuñan y su ira.
La voz de helado esparto,
Granizo la alegría.

4


Pero la muerte cae, cae

sobre los pueblos

como rota de rencores.



Oh ved cómo bajan espadas

del cielo.

Oíd aullar el hacha.

Mirad los estandartes de pólvora

su follaje extendiendo.



Relámpagos del mar acuchillan las costas

y las naves

en la arena vomitan

sus aguas de codicia.

Oíd, aún se oye, el infinito

galope de los cascos,

la devota cruzada de exterminio,

la siega de los tallos gentilicios.



Y luego sólo escombros,

polvo, duelos.



Ah cáncer del corazón, copa de sueños,

¿a qué rostro arroja vuestras rotas blasfemias?

5




¡Montañas, cordilleras,

territorio entrañable, soplad, soplad silencio!

Caída raza de réprobos,

más abajo caída, mordiendo sangre y hierro.

Como vosotros gangrenada por la soledad,

dioses de la tierra.

Sola en su vilipendio y sus discordias,

deshabitada.




6



¡Que mudos estáis, dioses!

en los tronos ulcerados por la luna,

un nimbo de pluma en las cabezas,

mientras caen las lágrimas

de vuestros ojos oxidaos.



¡Qué frío de altas cumbres

os ladra, qué diente, qué estalactita

se hincha por el légamo del tiempo!




7



Y el aire fino y muerto y abrogada

la altura de la dicha por el légamo del tiempo.







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