VIEJO CENTRO
Atrás queda el sol y la caricia
que tiñe de naranjas que luego son azules
estas naves varadas, espectro de una flota
que nunca ha navegado.
intrépidos actores practican
su vals contra la muerte;
ejército de ratas
salen a devorar el tránsito del día.
Revive la gran armada de mendigos;
juntan monedas rotas en los atrios
de antiguos palacios,
bajo el luto barroco de una piedra
que miran platearse con la luna.
Y hay un instante en que la ola
de la vida que late en silencio
que inunda la calles del centro.
La hora cuando los antros
expulsan a los actores de la muerte
y el alma del alcohol
se cnsagra en la lengua de la víbora.
La hora en que la puta y el mendigo,
el insomne y el náufrago,
el nanista manco,
beben dosis de olvido.
En esa hora muda, paralítica,
el viejo Centro nace.
antes que los primeros trenes,
un tambor anticipa a la trompeta
que nos devuelve el lunes de la infancia.
El viejo Centro
se anuda sin nadie la corbata
como anciano digno,
feliz la camisa reluciente,
orgullo de ser varón
de esta parte del mundo
donde engendró la vida.
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