ElcirculodeViena

Sonntag, 8. April 2012
"En defensa de mi raza" Por: Manuel Quintin Lame
El correr de los tiempos y con ellos el hombre
El tiempo es el enemigo más poderoso y encarnizado que tiene el hombre orgulloso y envidioso; el tiempo unido con la verdad contemplan la mísera carrera del hombre nacido de mujer; su actitud es como la hierba y su flor; pasa un ligero viento y cae la flor, y la tierra que la sostenía no la reconoce y el nombre de aquel hombre, si ha sido bueno o malo cruza en los labios de la humanidad viviente, como cruza la pelusa arrebatad por el viento, como la hoja del árbol que es juguete del viento y del correr de las aguas; las aguas tiene un espíritu, el que fue llamado por mis antepasados el dios de los Ríos, el que se dio a conocer ante la majestad de una Emperatriz indígena con el nombre de Múschcate que es el dios supuesto, y Muchca es el dios de la divinidad, que hizo de la nada lo que vemos y lo que no vemos, y por medio de la fe creemos todos los católicos que así.
¿Y por qué? Porque ninguno de los mecánicos más afamados que ha nacido la naturaleza humana han podido suspender ese reloj que construyó la mano Eterna de quien hizo a la naturaleza y al hombre.
Este reloj que vuela sobre la corona del hombre y que nunca se atrasa ni se adelanta, que es lo que llama ley natural legislada por la sabiduría eterna del que ordenó el incansable correr de las aguas y el depósito de ellas, depósito que permanece cumpliendo el mandato de dicha ley natural, como también a la hora ordenada por dicha ley natural, como también a la hora ordenada presenta su belleza la aurora como también a la hora ordenada por dicha ley natural se presenta el astro que ilumina a la humanidad, y todo pasa armónicamente con el hombre y sobre el hombre; como dije arriba, esa pelusa y esa hoja, que juguete del viento son, porque si es bueno tiene buena suerte, y conforme es la vida del hombre es la muerte, y conforme es la muerte, y conforme es la muerte es la eternidad. Los mentirosos y escépticos vulgares hablan de la reencarnación del hombre, pues este es un sofisma con carácter de paralogismo o silogismo contra la palabra o pregunta ¿para qué creo dios al hombre?
Palabra que la deben contestar los libre pensadores, los incrédulos engañadores que han engañado a los pueblos indígenas analfabetos; débiles en los Departamentos de nuestro suelo colombiano que no es verdad la sabiduría de Dios. Quisiera yo citar en este Capítulo el número de hombres no indígenas que me llamaron para que caminara sobre sus senderos, para que les recibiera sus enseñanzas, para que desarrollara sus doctrinas a favor y en defensa de los míos; pero yo a todos les presenté la flor del desprecio y continué con una fe muy alta buscando el camino del bien y en dicho camino encontré la virtud, la que me ha acompañado hasta hoy, en que todos los hombres de ciencia dijeron “ que el indio Quintín Lame tenia debajo de la cabellera era un Enigma”, porque no había sido estudiado ni en ningún colegio; pero yo que había conocido el jardín de la Ciencia y que ese jardín estaba resguardado por una colmena donde han nacido y nacen las abejas de oro que se han paseado y se pasean sobre las flores de la ciencia y de la imaginación del indiecito allá en ese bosque acompañado de la soledad; allá en el calabozo acompañado de la imaginación, allá en el panóptico acompañado de la imaginación, allá en el panóptico acompañado de la fe y de la caridad a favor de mis compañeros presos los que lloraban, pero yo los consolé. Pues yo, he sido encarcelado Tolima ciento ocho veces por los hombres no indígenas y en ninguna de esas ciento ocho veces necesité de abogados o defensores ante cuatro mil y tantos mentirosos, cohechadores y perjuros de raza blanca y mestiza unidos con los investigadores , con los jueces y Alcaldes, concejos secretarios; también tuvieron unión con el Director del panóptico de Ibagué Señor Jesús Elías Quijano para que no dirigiera comunicaciones sobre mi defensa; pero yo desterré la presión y la calumnia formada por mis enemigos, hombres de estudio y de experiencia quienes estaban entrincherados dentro de las murallas de la duda producida por las fronteras de la locura y del orgullo, de dichos hombres no indígenas quienes inventaron acusaciones contra mí pero no pudieran probar ante la Ley, la razón y por eso la justicia salió a encontrarme en la forma y con el cariño en que mi madre me recibía después de tres mese de ausencia y así sucesivamente. En todas las acusaciones, es verdad, hubieron indígenas que me acusaron, pero cohechados por el blanco y el mestizo y por eso desvanecí todos los cohechos ante los hombres porque así me lo había inspirado Dios Juez Supremo de todas las conciencias humanas.
La vida del hombre orgulloso y envidioso es como la flor del árbol, cuando él la desprecia y que dicha flor está ya tendida sobre nuestra madre tierra y grita ella, yo desprecié al árbol, el árbol es el vestido de la naturaleza, se prepara para hacer brotar nuevas flores y nuevas hojas y es más corpulento que ayer.
Así ha pasado con mi persona, el que me eduque bajo las selvas y debajo de ellas me formé, debajo de ellas conocí el Libro de la Filosofía y también conocí el Palacio donde estaba colocado el Gigante de mi pensamiento ya citado el capítulo III y IV y también conocí los tres reinos que tiene la naturaleza humana que son tres jardines de flores; pero ahí hay más flores superiores y otras inferiores y que me dieron a conocer que la flor inferior servía de base para adornar la superior, pues las Ciencias inferiores sirven de base para las ciencias superiores y las superiores para las inferiores.
También la naturaleza me mostró el idilio de la poesía en medio de esa blanca capa, en que se engala esa Reina como una novia que presenta el vestido de su inocencia al tiempo de tomar las gradas para subir al altar donde cantan los poetas de la Eucaristía y jurar su matrimonio, y tomando un cirio encendido para velarse; pero ahí no hay realidad material, porque muchas veces ha habido engañado etc., etc.
Pero esa reina de que vengo hablando ahí sí está realidad, porque desde el principio del mundo cuando ella cosechó las semillas que dio esa sementera sembrada por la naturaleza Divina en el jardín del Paraíso donde fue sentenciado el primer hombre y condenada la primera mujer hortelanos que fueron desterrados por dicha sentencia que pronunció ese Juez Supremo de todas las conciencias humanas de que vengo hablando en esta obra.
Esa reina llamada naturaleza de que tanto me ha indicado la Ontología allá en el bosque donde alcancé a divisar el jardín de la ciencia llamada la Teodicea la que me indico como se debía interpretar el pensamiento humano y cómo se debía defenderse, porque en la noche era un santuario de luz y de día ese Santuario estaba rodeado de una nube muy blanca cuando subía yo a recibir el pan de Dios a la Eucaristía el día domingo que había misa en la capilla de los panópticos, momento en que me preparaba para el día lunes hacerle frente al más inteligente Juez que me adelantaban, por eso digo, con verdad sabida y buena fe guardada, Dios sobre todas las cosas y más que todas las cosas.
Esa reina llamada Na
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